Es un instrumento compuesto por una caja plana de madera en forma de pera, un mástil y una cabeza en la que un clavijero agrupa doce cuerdas dispuestas en seis órdenes. El diapasón que va a lo largo del mástil tiene 18 trastes.
El intérprete pulsa las cuerdas con una púa a la altura media entre las efes, abiertas en la tapa superior armónica, y el puente. Éste, situado entre dichas efes y el cordal, es una pieza de marfil o similar en la que reposan las cuerdas en la parte inferior, haciéndolo en la superior sobre la cejuela antes de llegar a la clavija correspondiente con la que se afinan.
El “nuevo laúd español” se crea en el siglo XIX, utilizando el nombre de un instrumento histórico que había caído en desuso, para designar en realidad a un tipo de bandurria grande que formaba con ella familia y de la que sólo se diferenciaba en el mayor tamaño y, a veces, en las efes que adornaban la tapa armónica en vez de la tradicional tarraja o abertura de la bandurria. Su mayor impulsor fue José de Campo y Castro, quien escribió un método para ambos instrumentos que se afinaban del mismo modo (una cuarta abajo el laúd).
El vallisoletano Félix de Santos -nacido en Matapozuelos en 1874- escribió varios trabajos sobre cómo interpretar al laúd y a la bandurria y muchas obras para estos instrumentos. Su maestro, el catalán Baldomero Cateura, al proponer la formación de una orquesta de instrumentos españoles, es partidario de fabricar laúdes de seis cuerdas en vez de los de doce, es decir, colocando una cuerda por cada orden en vez de dos. Germán Lago con su orquesta de bandurrias, laúdes y guitarras y, posteriormente, las familias Aguilar y Grandío, introdujeron innovaciones y mejoras en este instrumento, creando diferentes modelos que variaban en tamaño, afinación y denominación (laudín, laudete, laudón…).